Para nosotras nada ha sido un regalo, eso lo supe siendo muy nena cuando leí por primera vez la biografía de Matilde Hidalgo y envuelta en su historia entendí los obstáculos que ella tuvo que enfrentar para ejercer el sufragio y para estudiar, siendo mujer. Nadie le regaló nada, ser mujer y obtener derechos no es fácil, no lo es en ninguna parte.
He observado en silencio las reacciones y comentarios de gente conservadora y curuchupa por unas paredes rayadas en Loja, que protestan contra la violencia machista que nos roba amigas, hermanas y compañeras todos los días. He leído cosas como: "ahí están las locas", "son unas desadaptadas", "así no se protesta", "respeten la propiedad privada", “son las abortistas”, “Matilde no protestaba así”, “Qué vergüenza”, etc., etc., etc., y pienso, la gente que hoy se jacta orgullosamente de Matilde Hidalgo por haber sido la primera mujer en votar, porque es lojana, por no haber rayado paredes y varios etcéteras, sería la misma que en sus tiempos la habría insultado, criticado y excluido socialmente. Le decían “loca endemoniada”, “mal ejemplo” y pedían la intervención eclesiástica (dominante en esa época como en cualquier otra) para que sea castigada con todo el peso de sus leyes misóginas y patriarcales.
A Matilde y a tantas otras nenas de su edad, les enseñaban a leer, escribir, tocar el piano y las preparaban para el único rol que tenían preestablecido, de modo que al terminar la primaria únicamente estaban habilitabas para ser buenas mujeres y en consecuencia buenas esposas. Y de eso se ha tratado siempre, de ser buenas mujeres y buenas esposas, con ello lo que se espera de nosotras es que estemos siempre en casa y calladitas (aunque nos peguen, aunque nos maten). Por ello cualquier forma de reclamo siempre les parece incómoda, no les interesan las paredes, no les interesan las razones de las protestas, no les interesa ni Matilde, lo que les interesa es que nadie diga nada, que nadie ventile el machismo, el racismo y el clasismo que esta ciudad lleva internalizada profundamente en el discurso de ciudad cultural y musical… en el alma.
Celebro la rebeldía que envuelve a quienes llenan de grafitis la ciudad, a las que salen con sus pañuelos verdes, a las que cantan contra la violencia, a las que escriben poesía, a las que se toman las plazas y las calles, porque en ellas está depositada la esperanza de que quizá un día todas podamos volver a casa sin haber sido acosadas en la calle, y que en casa nuestra voz y nuestros cuerpos sean tratados con respeto, sin violencia y con dignidad. La Encuesta Nacional sobre Relaciones Familiares y Violencias Basadas en Género realizada por el INEC en 2019, dice que el 64,9% de las mujeres hemos experimentado violencia de género en algún momento de nuestra vida, la misma encuesta en 2014 decía que solo en Loja el 59.3% habían experimentado violencia, toda clase de violencia: física, psicológica, simbólica, patrimonial y sexual. A nivel nacional, en promedio un femicida acaba la vida de una compañera cada tres días y en Loja Jackeline y su hijo Jonathan, Andrea, Meiby, María del Cisne, Emilia y otras tantas mujeres más cuyos crímenes pasaron en silencio, han sido asesinadas por la violencia femicida. Esa misma violencia que tanta vergüenza les da que reclamemos.
Pero la marea no para, y hoy que es un día histórico para Argentina y Latinoamérica no queda más que decir que seguimos y seguiremos luchando contra toda su opresión. Para su amargura de vernos felices y libres, hoy les recordamos que las mujeres no somos máquinas de parirle hijos al patriarcado, de parirle hijos a la misoginia, de parirle mano de obra barata al sistema, de parirle hijos a los violadores; hoy, les recordamos que nuestros cuerpos no se tocan, no se violan, no se matan; hoy les recordamos que somos dueñas de nuestras decisiones y que somos una marea. Porque el sufragio como derecho jamás habría sido posible si a nivel internacional no se hubiera gestado una marea sufragista o si a nivel nacional mientras Matilde reclamaba en las mesas electorales, Hipatia Cárdenas, María Angélica Idrovo y María Esther Martínez Macías no hubieran problematizado la ausencia de este derecho en periódicos y revistas de la época. Es una marea enorme de mujeres que nos han dado tanto y que encendieron la antorcha para que otras podamos transitar.
Ayer y siempre por las mujeres, contra el sistema de opresión capitalista-colonial de género.
¡Si Matilde viviera con nosotras estuviera! 💚
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