domingo, 11 de noviembre de 2012

La sociedad ecuatoriana del siglo XIX: un análisis a sus dimensiones políticas, económicas y culturales.

"Los primeros años fueron de gran inestabilidad y predominio de caudillos militares; desde las haciendas y parroquias, hasta los antiguos departamentos, pasando por las provincias y municipios, las instancias políticas reclamaban autonomía, la burocracia era reducida y los grupos privilegiados eran los militares y el clero."
Tomada de: http://www.banrepcultural.org/
La sociedad ecuatoriana en sus inicios estaba caracterizada por tener rasgos de raíz colonial;[1] el nombre del Ecuador surge como consecuencia de la regionalización y la debilidad inicial del nuevo Estado que se había integrado por tres departamentos del Distrito del Sur de Colombia; durante los primeros años se dio una lucha por los privilegios y autonomías de los Departamentos y se reconocen tres polos de poder (Azuay, Guayaquil y Quito) sujetos al control de élites latifundistas, es decir se había constituido en un “Estado Oligárquico Terrateniente”, cruzado por profundas diferencias socioeconómicas étnicas y regionales; con una república que se asentaba en el robustecimiento de la propiedad, la reconstitución del poder legal y la exclusión de la mayoría, sobre todo indígena, mestiza y negra.[2] 

Los primeros años fueron de gran inestabilidad y predominio de caudillos militares; desde las haciendas y parroquias, hasta los antiguos departamentos, pasando por las provincias y municipios, las instancias políticas reclamaban autonomía, la burocracia era reducida y los grupos privilegiados eran los militares y el clero.[3] El Estado Oligárquico Terrateniente que se había instaurado adoptó el sistema presidencialista y la división de poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, los municipios eran aglutinantes de los intereses seccionales y poderosos centros de influencia política,[4] se evidencia la presencia de regímenes autoritarios que entorpecieron el desarrollo del Estado Nacional frente a proyectos que buscaban la consolidación del Estado pero que eran contradictorios puesto que orientaban la acción política dentro del catolicismo ortodoxo;[5] para finales del siglo XIX, el poder terrateniente pierde su dominio y empieza un robustecimiento estatal con influencia de la burguesía comercial y bancaria, se incrementa la participación política y florecieron nuevas formas de organización y en los sectores políticos dominantes prevaleció un ambiente de civilismo y estabilidad republicana.[6]

Las fronteras agrícolas se expandían, la tendencia a poseer enormes haciendas poco cultivadas era la forma de garantizar que los campesinos, privados de la tierra se vincularan al latifundio, la relación productiva prevaleciente era el concertaje que se sostenía por la represión y dominación ideológica,[7] el comercio interno era precario; hacia la mitad del siglo XIX aumentó el comercio exterior, se diversificaron los mercados y los proveedores de manufacturas,[8] los terratenientes serranos exigían proteccionismo en la aduana como garantía para sus productos, amenazados por los artículos importados mientras que los comerciantes del puerto, presionaban por el librecambismo,[9] al final del siglo XIX, el país se consolidó como productor de materias primas e importador de manufacturas,[10] toda esta gran expansión económica fue marcada por el auge de las exportaciones cacaoteras cuyas rentas además fortalecieron el sistema bancario.[11]

Una vez iniciada la vida autónoma, de la exaltación de la libertad y la crítica, se pasó a la justificación del nuevo poder y la glorificación de las luchas independentistas; frente a la debilidad de la cultura oficial se desarrolló una rica cultura popular, con elementos andinos que recogían la herencia indígena y española en una identidad mestiza, en donde las creencias y prácticas religiosas del cristianismo jugaron un papel decisivo; los pueblos indígenas por su parte, en contacto pero diferenciándose de la sociedad criolla desarrollaron su cultura en la resistencia, conservando características propias, como expresión de identidad,[12] el impulso educativo del garcianismo permitió que florezca la literatura, la historiografía y la ciencia, el romanticismo sucedió a la ilustración como corriente dominante del pensamiento y la cultura; a finales del siglo XIX se gestó especialmente en Quito un movimiento cultural que formó la Academia Ecuatoriana creada bajo auspicio estatal como referente de la cultura oficial dominada por el latifundismo y el clero,[13] todo esto ha dejado un gran legado artístico y cultural que enorgullece nuestra identidad nacional. 

Fuente: II MANUAL DE LA HISTORIA DEL ECUADOR, Enrique Ayala Mora, pág. 10-50. 

[1] Caracterización del Primer Período Republicano (Pág. 10) 
[2] El reparto del poder (Pág. 19) 
[3] Caudillismo y descentralización (Pág. 23) 
[4] Estado y nación (Pág. 20) 
[5] La dictadura y el caudillo (Pág. 32) 
[6] Quiebre del poder terrateniente (Pág. 42) 
[7] Latifundistas y campesinos (Pág. 14) 
[8] Comercio interno e internacional (Págs. 15, 16) 
[9] Regionalización y enfrentamiento oligárquico (Pág. 19) 
[10] La conexión externa (Pág. 40) 
[11] Hacia el gran auge cacaotero (Pág. 40) 
[12] Ilustración y cultura (Pág. 22) 
[13] Arte, romanticismo e historiografía (Pág. 44, 45)

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