Fotografía del álbum familiar. |
Tenía 3 años y medio cuando él nació un 11 de febrero de 1994, recuerdo que fuimos a visitar a mi mami varios familiares -no recuerdo quienes nomás- al Hospital de Cariamanga José Miguel Rosillo, para verla y conocer a mi hermanito.
Cuando llegamos a la cama del hospital, abracé a mi mami que estaba en reposo luego del trabajo de parto y recuerdo que alguien me marcó para que pudiera conocer a mi hermanito bebé que estaba acostado a un rincón de mi mami y fue lo más bonito que vi en mi vida. Estaba vestido de trajecito amarillo y solo se veía su carita dormilona.
Es una de los momentos más bonitos que conservo de la infancia y ya no recuerdo mucho de esa edad. Luego recuerdo que fue nuestro bautizo, ya tenía probablemente cuatro años y él todavía era un bebé que apenas estaba aprendiendo a pararse solito. Y hay una foto preciosa de ese momento, cuando se quedó parado unos segundos antes de sentarse en una grada mostrando su carita soñadora.
En la familia recordamos varias anécdotas de mi hermanito, y a veces nos da mucha gracia porque decimos que la carrera de mi hermanito no empezó a los 9 años sino a los 3 o 4 años de edad, cuando en dos ocasiones se nos extravió de casa.
La primera fue cuando mi hermano mayor y yo estábamos en la Escuela y llegó mi mami muy preocupada a preguntar si no habían visto a mi hermanito Jordy por ahí, porque se le fue de la casa por un mandado y no aparecía.
Yo estaba en el receso cuando mami nos contó que el ñañito no aparecía y recuerdo que la señorita Maruja (mi profesora de jardín) al despedirnos de la clase nos dijo que rezáramos el ángel de la guarda para que mi hermanito apareciera, luego nos hizo cantar la canción de la chinita y yo con el corazón pequeñito me aguantaba las ganas de llorar, pensando donde estará mi hermanito.
Lo que pasó después no lo recuerdo bien, me imagino que fuimos a casa y ya encontramos a la familia ahí. Mami nos contó que esa mañana ella pidió a una vecina una herramienta de trabajo para cortar unas plantas y luego le pidió a mi hermanito que la fuera a devolver en la casa de al lado.
Cuando se demoró en volver, mi mami se fue a buscarlo, no lo encontró y comenzó a buscarlo desesperadamente por el barrio donde vivíamos.
Luego de tanto preguntar, le dijeron que lo vieron pasar al centro de la ciudad y que en la radio Cariamanga se escuchaba en el noticiero del medio día que encontraron un niño extraviado con su camisetita azul, un calentador azul marino y la herramienta de trabajo que tenía que devolver. Mi mami fue a verlo y lo llevó a casa.
La segunda vez que mi hermano volvió a extraviarse fue en fiestas de Corpus Cristi en Cariamanga, era julio y tiempo de cometas. Mi hermano mayor con sus amiguitos hicieron cometas para llevarlas a volar en el estadio cerca de casa pero mi hermano menor no tenía permiso para irse porque era un bebé.
Ese día mi abuelita materna que nos estaba visitando por esos días se regresaba a su casa y estaban preparando su equipaje de viaje. Salieron a comprar bocadillos en la feria de Corpus Cristi y nos llevaron a casa para que comamos.
De los bocadillos sobró una funda amarilla pequeña y yo al ver que mi hermanito se quedó llorando por no ir a jugar con las cometas, encontré un hilo y lo amarré a la funda amarilla y se la di para que juegue cerca de la casa. Entré un segundo a la casa y cuando volví ya no estaba.
No recuerdo cómo le di la noticia a mi mami de que mi hermanito no aparecía. Pero recuerdo que enseguida ella salió desesperada, nuevamente a buscarlo y avisamos a nuestra familia y a todo el barrio. Esos días ya se escuchaba que se robaban niños y como estábamos en época festiva (era el último día de feria), mi mami temía que algún foráneo con malas intenciones se lo lleve.
Todo eso ocurrió entre las 3 o 4 de la tarde. Mi mami se fue a buscarlo en la Avenida a Amaluza, preguntando casa por casa. En los retazos de mi memoria, recuerdo que mami contó que alguien le avisó que a varios km de distancia, una señora recogió un niño que iba por la avenida y llevaba una fundita amarilla, la señora lo había recogido porque una cooperativa (bus) estuvo a punto de atropellarlo. Alrededor de las 18:00 mi mami fue hasta esa vivienda y encontró a la señora con mi hermano en sus brazos y comiendo una manzana. Mi mami lo recogió y lo llevó de vuelta a casa.
Son dos anécdotas que recordamos mucho en nuestra casa, ambas con un final feliz.
Mi hermano Jordy me ha enseñado que hay que luchar sin descanso y con mucha disciplina para alcanzar sueños. Recuerdo las primeras carreras y competencias en las que ha participado, la pasión con la que habla de la marcha atlética y de sus futuras competencias, el cariño que le tiene a sus compañeros y compañeras de entrenamiento, el respeto y admiración que le tiene a su entrenador.
Mi hermano aprendió a caminar, a marchar y perseguir sus sueños a veces de forma precarizada y haciendo muchos sacrificios, pero ha habido alguien muy especial que le ha dado confianza y ha creído en él siempre: nuestra mamá, que nunca lo ha dejado solo.
Desde mi perspectiva de hermana puedo decir que la Marcha atlética, como probablemente lo es cualquier deporte, es una disciplina que implica levantarse todos los días muy temprano para ir a entrenar, implica enfoque y concentración, y un profundo amor por lo que se hace.
Mi hermano tiene todo eso y yo lo admiro mucho. Ver que estos últimos años han sido fantásticos para él y su carrera me hace muy feliz porque está alcanzando sus metas y se lo merece, es el esfuerzo de años y años de entrenamiento.
Ñaño, te admiro y te quiero Jordy Jiménez Arrobo, gracias por demostrarnos que con sabiduría, paciencia y perseverancia se pueden alcanzar sueños. Gracias por tu nobleza e infinita pasión por la Marcha atlética. Que la vida te siga regalando momentos inolvidables y que nos sigas haciendo soñar al resto que te hemos visto crecer y nos sentimos orgullosas y orgullosos de ti. Gracias por hacernos felices y por ser la inspiración de nuestro sobrino Adrián.
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